El Hombre de 6 Millones de Dólares

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Octubre 2013

Renate/sobreviviente: Martin regresará a la República Dominicana, a casa, con nuestros hijos… y, aunque me siento un poco extraña, quizás un poco triste, también me siento llena de energía positiva, y eso es bueno!  Por fin de dieron la señal de avanzar y ahora puedo dar los primeros pasos en esta carrera. Martin me hará mucha falta, pero la idea de que mis tres hombres estén juntos me tranquiliza… «Así está bien».

Mi querido cuñado lleva a Martin al aeropuerto. No le acompaño, pues a pesar de que siento paz con esta situación, no voy a buscar la tristeza. Odio las despedidas y más cuando se trata de despedir a mi esposo quien ha sido mi apoyo y mi roca.

Estamos las tres en un pasillo largo y blanco del hospital. He cambiado la compañía de mi esposo por la de mi querida madre. Y claro, mi fantástica hermana Nicole también me acompaña, como siempre. La puerta diciendo ‘Sala de cirugía 1’, se abre y una amable enfermera me indica que puedo entrar. Una vez dentro, me dice que me quite la parte superior de la ropa y que si mi brasier no es muy sexy me lo puedo dejar puesto. Cuando salgo del cambiador con mi brasier deportivo, decide que me lo puedo dejar. Me río!, pues desde mi primera operación en la República Dominicana, lamentablemente tengo que llevar brasieres deportivos. Las cicatrices de las operaciones todavía son muy frescas y necesitan suavidad. Ay, como me encantaría poder ponerme otra vez un brasier sexy..!

Sigo la enfermera y entramos en la sala de cirugía y allí hay otra enfermera esperándonos. Todo, pero todo es blanco, las dos enfermeras incluidas. La camilla, las paredes. Más blanco es imposible. Parece futurista. Me siento como si hubiera entrado en una película del futuro. La única cosa que no es blanca es una pantalla gigante que veo en una esquina del techo… y yo…

Entra un médico joven y, si… bastante atractivo. De repente entiendo la norma del brasier! Me saluda y me comenta que tiene que tomar algunas medidas de precaución antes de la intervención. ‘No te preocupes’, me calma. ‘La intervención se hace en diez minutos. Son las preparaciones que más tardan’. Y desaparece.  Después de un rato vuelve y se deja caer en su bata, dejando sus manos en el aire. Las dos enfermeras siguen disfrazándolo con instrumentos verdes y blancos. Su cara agradable se esconde detrás de una mascarilla y un gorro. Por último, mete sus manos en algunos guantes… Estoy a punto de preguntarle ‘Donde es la fiesta?’, pero decido callarme la boca; me doy cuenta que soy yo el anfitrión de esta fiesta…

El médico pone un poco de gel en la parte interior de mi brazo y pasa una barra metálica por encima: ultrasonido. Parece como si estuviera chequeando a mi bebé pero dentro de mi brazo. La pantalla gigante se ha movido y esta encima de mi camilla. El médico pasa la barra por encima de mi brazo y me explica que está buscando una vena. Mientras, está mirando la pantalla; todo lo que hace lo ve en ella. Después de haber encontrado mi vena veo que las enfermeras empiezan a acercarle unos instrumentos de metal y una manguera muy fina: el catéter. Decido girar la cabeza para no ver, aunque estoy anestesiada y no siento nada de dolor… No quiero verlo.

Enseguida noto que la pantalla gigante regresa a su punto de partida y el médico me dice que ha terminado. Miro mi brazo y veo que un tubito finito, el catéter, cuelga de mi brazo. Esto es la prueba, parece que de verdad ha hecho algo! Tan rápido y no sentí nada! ‘La fiesta’ ha terminado. Por lo menos la suya; la mía está por empezar…

El médico se quita algunos de sus disfraces y me da la mano. ‘Mucha suerte, Renate.’ me dice. ‘Me imagino que tu mundo está al revés en este momento.’ Confirmando su comentario, salgo de la camilla. Su comentario me hace volver a la realidad y siento su mirada de compasión. Su mirada que me penetra la espalda mientras salgo de la «sala de fiesta»… Mi espalda, aún cubierta con mi pelo largo…

Cuando me visto, me doy cuenta que no puedo entrar mi brazo con el catéter en mi camiseta de mangas largas. Así es que salgo con mi camiseta interior puesta y con un chaqueta de punto encima. Con mi madre y Nicole me dirijo a la planta de la quimioterapia. Llegando al departamento notamos un silencio increíble. No hay nadie… Nos recibe una enfermera y nos explica que ya todos  se habían marchado a esa hora.  Cuando nos dirige a sentarnos, empieza a limpiarme bien el tubito y me ajusta bien el tapón. El tapón lo quitarán cuando me conecten a la quimio que se coloca como un suero… Que sistema más curioso. Nunca más tendrán que pincharme para poder encontrar la vena correcta. También harán los análisis de sangre con este sistema.. Estoy contenta con la decisión de mi oncólogo de ponerme el PICC catéter!

Tengo frío y me gustaría ponerme mi camiseta. Al mismo momento miro a mi hermana y veo que me lee la mente; sonriéndonos pedimos a la enfermera si puede cortar la manga justo a la altura del tubito. Así no hace falta quitarme la camiseta nunca y me asegura que nunca tendré frio! Esta camiseta será mi ‘camiseta de quimioterapia’.

Con una sonrisa la enfermera me crea la ventanilla.

Sigo los movimientos de la enfermera y de pronto me doy cuenta que me parezco a un muñeco que tenía yo de niña. Yo no tenía muñecas pues no tenía paciencia de peinarlas y vestirlas. Sí tenia muchos peluches; finalmente quería ser veterinaria! La única «muñeca» que tenía era realmente un «muñeco», varón. El Hombre de 6 millones de dólares! Era un muñeco valiente y con fuerza;  no tenía miedo de nada. Superaba cualquier obstáculo con su fuerza. Si apretabas un botón en su espalda, se levantaba el brazo. En su brazo se veía un mecanismo bastante complicado y me fascinaba mucho.

IMG_1399Nunca pensé que algún día me iba a parecer a este «Hombre de 6 Millones de Dólares!» Miro otra vez al mecanismo que tengo yo en el brazo y decido que voy a ser como él: valiente y fuerte… Nadie ni nada puede destruirme….

Ní el cáncer!!

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